Fuente: Fundación Iglesia de la Compañía
Compilado por Gabriela Díaz

La belleza de la Iglesia de la Compañía de Jesús de Quito, su imponencia y rica historia, ha determinado que sea un atractivo turístico casi obligatorio de visitar, para quienes están de paso por la ciudad de Quito. Y es que, por algo la llaman “Ascua de Oro” como enriquecedor saber que su construcción “sólo” tomó 160 años.

Desde hace 21 años servimos al turismo a través de recorridos culturales, actividad no sólo fascinante para quienes la visitan, sino también para nosotros, los colaboradores de la Fundación Iglesia de La Compañía de Jesús, FICJ, quienes hemos tenido la grata oportunidad y experiencia de relacionarnos con seres de otras culturas, de conocer otros pensamientos, formas de vida y hasta escuchar decir de nuestros visitantes que “no existe en el mundo otra Iglesia así de bella como ésta”. Así también con nuestros jóvenes estudiantes de Turismo con quienes hemos compartido conocimientos necesarios para apoyar su formación profesional, todo lo cual ha sido valioso instrumento de crecimiento personal tanto como las vivencias comunes.

Antes de la pandemia, antes de que el mundo entero cambiara, en la Iglesia de la Compañía se trabajaba en horarios fijos ofreciendo celebraciones religiosas y turísticas, dos actividades que convivían perfectamente en un solo espacio, que son propias de este monumento colonia: primero, ser lugar de expresión de la fe quiteña y ser también ambiente de cultura artística religiosa. Y, conocedores de los meses con mayor afluencia de visitantes, todos nos preparábamos para extender nuestra jornada de trabajo hasta la noche, siempre con el fin de posibilitar una experiencia diferente a los amantes del Quito bohemio que transitaban por las calles del Centro Histórico maravillados por tener la suerte de visitar esta Iglesia, casi a solas, donde el brillo de las láminas de pan de oro, se hacía más intenso con la luz de la noche.

Los únicos días que la actividad turística tomaba un respiro eran: el 1 de enero, 1 de mayo, 25 de diciembre y por supuesto durante los días de la Novena de la Virgen Dolorosa en torno al 20 de abril, fecha del Prodigio. El resto del año, decenas de curiosos visitantes decidían turistear en un templo que, desde muy temprano se encontraba ofreciendo la eucaristía y después en labores de limpieza y mantenimiento previo a la visita turística.  Y es que para poder brindar a nuestros visitantes un espacio tan pulcro como lo es la Iglesia de La Compañía, nuestros compañeros trabajaban cual hormigas en cada uno de los espacios de este templo. Y por supuesto, la labor de nuestros celosos cuidadores de los bienes, durante las jornadas de atención fueron y son tan acertadas como las de los primeros.

La contribución económica que año a año dejaron los turistas, fue lo que nos permitió cuidar de la Iglesia como un bien patrimonial y también, generar fuentes de empleo para algo más de 30 personas que dedicaron su tiempo, amor y conocimiento a la labor de compartir los valores de este bien.

Y es así como transcurrió nuestro normal proceder, hasta cuando las autoridades del país nos comunicaron del primer caso de contagio y sólo 16 días más tarde nos veríamos obligados a empezar nuestro confinamiento, no sin antes permitir el ingreso de un último grupo de visitantes: 16 personas holandesas. Luego de esto, se cerró la Iglesia por alrededor de 5 meses. La exposición en marzo, por Semana Santa, que recién se la había terminado de montar, quedó sin ser expuesta.  El personal administrativo tuvo que aprender a teletrabajar, las actividades de los compañeros de mantenimiento se detuvieron por completo, no así las del personal de seguridad, quienes doblaron horas de trabajo en pro de seguir cuidando todo el conjunto monumental jesuita y por supuesto reducir al máximo su exposición al contagio.

Llegó abril y consigo la celebración de un año más de aquel acto de amor de la Virgen, nuestra Lolita, con los estudiantes del Colegio San Gabriel, hecho fundamental que no podía pasar por alto. Ya eran 114 años donde miles de feligreses, sin importar el frío, la hora y otras adversidades, agradecían con mayor devoción todos los favores recibidos por nuestra madre del cielo y es así que, en trabajo conjunto y muy bien planificado, la Compañía de Jesús y el personal de la FICJ, llevaron a cabo por primera vez en toda la historia de este homenaje, una Novena diferente, una Novena virtual. Las eucaristías fueron celebradas desde muchas partes del país; la Basílica del Voto Nacional, los diferentes centros educativos jesuitas, conventos de congregaciones de Hermanas religiosas, noviciados y por supuesto desde la Iglesia de La Compañía de Jesús. El apoyo recibido de parte de los medios de prensa, contribuyó enormemente a llegar a más personas que seguramente se hubiesen quedado relegadas de esta participación de fe por no manejar un medio tecnológico.

Seguidamente, durante el pasado mes de mayo 2020, largas horas de teletrabajo sirvieron para producir un importante material cultural, con ocasión de la celebración del Día Internacional de los Museos, #MuseosxIgualdad, todo lo cual se vio reflejado en 10 charlas que nuestros colaboradores y allegados las prepararon y que fueron transmitidas vía Zoom, una plataforma casi nueva para todos. Definitivamente, sentíamos la necesidad de brindar valiosos aportes para mantener vivo el bienestar de la cultura, en un día donde todos los museos somos los protagonistas.

También quisimos festejar a los pequeños en su día llevándoles la historia de esta Iglesia a sus casas, contada por uno de los pequeñines, de corta edad él, quien con palabras sencillas logró explicar perfectamente la esencia que guarda el templo. Tras esta actividad, otras cuantas sucedieron. Para este momento, ya habíamos ganado experiencia en transmisiones en vivo y tras seguir cerradas las puertas a nuestros turistas, las visitas virtuales, como en muchos museos del mundo, se tornaron la vía idónea para no desaparecer y además, la manera más cómoda y segura de mantener viva la experiencia cultural en el diario vivir de las personas, permitiéndoles conocer espacios antes no abiertos.

Sin embargo, el cierre del templo para la atención turística presencial nos significó un alto impacto en la situación económica de la FICJ, lo que llevó a que sus autoridades tomen decisiones respecto del recorte de gastos, así como la desvinculación de 7 personas de la nómina, todo esto con el fin de reducir los costos y gastos mensuales de la institución. Se despedían nuestros amigos y compañeros, con quienes sólo unos pocos meses atrás habíamos festejado fiestas de Quito y Navidad, sin siquiera imaginarnos lo que iba a pasar, pero eso sí, con la esperanza de algún día volver a ser compañeros de trabajo.

De vuelta al trabajo presencial, la preservación de los bienes culturales, se constituyó en la primera actividad a constatar, realizando este trabajo siempre bajo los parámetros dictados por el Consejo Internacional de Museos, ICOM, y aunque todos estaban en perfecto estado, sí fue necesario airear algunas zonas que, debido al encierro de tantos meses, había generado algo de humedad. Nos causó asombro la alta presencia de palomas, pero como la naturaleza se autorregula, también vimos vigilar desde las cubiertas varios depredadores: los gallinazos que independientemente de ser carroñeros, controlaban a los pichones. Algunos todavía deambulan por los techos.

Por otro lado, la necesidad de retomar nuestra misión, dio paso a que el jueves 3 de septiembre del 2020, aunque de manera parcial, la Iglesia re abra sus puertas para aquellas personas que transitaban por la calle García Moreno y tenían la curiosidad de visitarla y para con quienes teníamos el compromiso de brindar un servicio con todas las seguridades del caso, para lo cual los colaboradores de la FICJ nos habíamos capacitado meses atrás.

Teníamos una mezcla de emociones; la alegría se veía en nuestros ojos, por fin volvíamos a abrir el templo para todos, aunque no sabíamos cuántos visitantes iban a llegar, la esperanza estaba ahí. Sin embargo, con el paso de los días, era difícil no comparar la cantidad de visitantes, sobre todo extranjeros que antes aguardaban con su guía fuera de la Iglesia para ser los primeros en ingresar, porque lo que ahora vivíamos eran muy prolongados momentos de silencio y quietud en el interior del tan mentado excelso ambiente barroco quiteño. Definitivamente nada era igual. Para finales del mes, sólo 171 personas nos habían visitado, nadie lo podía creer, si en septiembre del 2019 recibimos 11.018 turistas en un mes considerado bajo, ahora sólo teníamos el 1.5% de ingreso del visitante.

Mes a mes, nuestras esperanzas fueron creciendo. La Iglesia iba recibiendo cada día más turistas y aunque los feriados no fueron como en años anteriores, se veía aumentar la cantidad de personas caminando en el templo, despuntando el mes de diciembre, donde ya se generó el 10% de lo que había ingresado un año atrás en el mismo período. Estas eran noticias alentadoras, sabíamos que todos debíamos seguir arrimando el hombro para mantener viva y presente a la Fundación, nuestra segunda casa, que tanto nos había dado y donde tanto habíamos vivido, compartido y aprendido.

Ahora, las personas nos cuentan cuánto deseaban visitar el templo y nos agradecen por mantener digno y vivo este espacio espiritual y cultural que antes no lo pudieron ver por  algún motivo. Los turistas extranjeros nos felicitan por el esfuerzo que se hace al seguir dando vida a este bien mientras que los visitantes de otras provincias finalizan su recorrido contentos por haber recibido información valiosa de parte de nuestros guías practicantes. Los amigos guías que, en medio de los serios problemas económicos que trajo la pandemia, vuelven contentos a realizar sus tours y son ellos quienes también nos regalan palabras de cariño y aliento. Todo esto eleva nuestro ánimo y  nuestras ganas de continuar.

Este es nuestro compromiso; la conservación y mantenimiento del templo que indudablemente se han visto en riesgo por la crisis que todo el sector turístico atraviesa y por lo que seguimos trabajando. Por eso es importante el trabajo de la FICJ que, sin una de sus fundamentales contra parte: la contribución económica de nuestros visitantes, la recuperación será más difícil.  Tenemos pensado algunos proyectos a mediano y largo plazo, como recorridos en otros idiomas a más del inglés, porque algo que nos enseñó a todos la pandemia, es que el uso de medios tecnológicos, indudablemente nos hace más competitivos a la vez que universales.

Queremos seguir retribuyendo a la sociedad de manera tal como hasta el 2019 lo veníamos haciendo. Sólo en ese año atendimos aproximadamente 92.300 visitas gratuitas entre niños de escuelas y jóvenes de colegios fiscales, adultos mayores de diversos centros de ayuda social, niños y personas de la tercera edad, personas discapacitadas, visitas religiosas. Para lograrlo, es necesario el compromiso de todos con la cultura, el nuestro está sobre la mesa y siempre presto a la mejor como fraterna y solidaria acción.

No somos el único museo que espera de su visita, somos muchos los hermanos que estamos en iguales, peores o quizá mejores condiciones, pero estamos sí, con la esperanza latente de servir al bien de todos en su formación integral, donde la cultura es parte preponderante.  Lo cierto es que del legado cultural y su valoración en el campo turístico cultural, nos beneficiamos todos, basta recordar que fuimos la tercera fuente de ingresos no petroleros para el país, la sexta industria de mayor contribución al empleo nacional por tener un efecto multiplicador, porque por cada empleo directo en turismo se generaba entre 3 a 6 empleos indirectos.

¡Les esperamos!